Paisaje después de la batalla

Prestado que he tomado el titular de ese viejo filme polaco de Andrzej Wajda para dar señales de vida bajo un indiscriminado ataque sobre mi vivienda, el edificio, el barrio donde vivo que, a cuentagotas y sin preferencia alguna, hemos entrado y salido del peligrosísimo dengue en sus cuatro cepas. Y seguimos en ello. Hoy, fulano; mañana, mengano.

Tal parece que a una fuerza oculta no le bastó con la Covid y ha decidido continuar el hostigamiento ahora con la hembra del aedes aegypti con más intensidad que la esperada. Así me lo hizo saber un técnico de laboratorio que mientras me extraía la sangre, confesaba “que esto se ha ido más allá de los pronósticos”.

Una interminable guerra por la supervivencia que, si la mejor de las máquinas tiene vida limitada su resistencia, en el ser humano podría ocurrir otro tanto.

Son muchas las lecciones recibidas. Desde gestos inapreciables de solidaridad, de socorro mutuo hasta la más brillante indiferencia.

Y algo relacionado con esta profesión, con tintes psicológicos, que la gente esta harta de leer penurias y calamidades.

Por esta vez, será suficiente. No se me ocurre ahora mismo un buen chiste.

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