No cayeron del cielo, sino de Valencia

Esto ha sido por obra y gracia de esa humanidad solidaria que lleva el hombre por dentro. En unos, más desarrollada que por otros, sin el menor asomo de publicidad, promoción y mucho menos politiquería barata como esa de posar cuatro o cinco personas al lado de un paquete de jeringuillas desechables.

Pudo llamarse Raúl, Manuel o María del Carmen. Al remitente poco le importa que lo mencionen, su vista y corazón están puestos en quienes lo necesiten, algunos con apremio. Si algo habrá que lamentar es que el bulto de 10 kg estuvo casi tres meses en la más absoluta tranquilidad de un almacén cubano.

En menos de 24 horas aquel afectado por el Alzheimer ya tiene un remedio temporal, así como el sordomudo que precisa combatir la epilepsia; el  requerido que debe calmar la ansiedad o depresión (no son pocos) con su respectivo medicamento; la embarazada necesitada de hierro; el de los vértigos periféricos, con su Betahistina; el que necesita tres jeringuillas, con su botín a buen resguardo; el hipertenso, el de los dolores constantes; al vecino asilo de las monjitas de la calle 12, unos cuantos antibióticos… Cada cual con lo suyo, con no fingida sonrisa de alegría que no abunda en estos aciagos días.

Y así vendrán los agradecimientos hacia alguien que ni conocen. No pocos le dirán que Dios lo bendiga o que Orula lo tenga a su lado. No faltarán aquellos ateos que expresarán unas muy sentidas gracias.

Vaya para ese anónimo personaje cubano en Valencia, un beso en la frente.

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