¿La 25 ó la 26?

Tras una ligera y para nada metodológica investigación, estoy casi seguro de que no hay país en este mundo que logre superarnos en cuanto a la posesión de tarjetas magnéticas.

Y no por cuenta del desarrollo tecnológico, sino por obra y gracia de la burocracia que, en contubernio con la famosa 82 división gringa, está haciendo todo lo posible por amargarnos y hacernos cada día más difícil la sobrevivencia.

Tanto daño nos infligen los burócratas que ya es hora de declarar su pésima gestión como un problema de Estado para evitar que, con el tiempo y durabilidad de este proceder encima de un buró, sea el Estado quien cargue con todas las culpas.

Un trabajador privado, dedicado a la renta de habitaciones y con toda, absolutamente toda su papelería en orden en una entidad bancaria, debe poseer una tarjeta especial, una más, para poder adquirir lo necesario en moneda libremente convertible para su oficio.

Y que se sepa, las ”tarjeticas” tiene que comprarlas el banco en el exterior de la isla porque aquí no se fabrican. Otro aporte de los burócratas para empeorar las cosas.

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