La muerte de la negación

El negacionismo, un sello distintivo de esta nación desde que fue fundada, ha estado in crescendo desde que el Partido Republicano moderado de Dwight D. Eisenhower comenzó a transformarse en el Partido Republicano de extrema derecha de las últimas décadas. Este proceso ahora ha culminado en la presidencia de Donald J. Trump, cuya administración entera ha sido una clase magistral en negación, un postdoctorado en engaños mortales.

La negación puede ser una estrategia de supervivencia a corto plazo, cuando una situación es tan abrumadora que uno no puede hacer frente a la realidad. Esto se ve, por ejemplo, entre los padres cuyos hijos han desaparecido y se teme que hayan muerto, y entre algunos pacientes a los que se les ha dado un diagnóstico terminal.

Como estrategia a largo plazo, la negación es una fórmula para el desastre, un camino para la destrucción de uno mismo y de otros atrapados en la red de mentiras e ilusiones erigidas para apuntalar un edificio ilusorio.

Un porcentaje significativo del pueblo estadounidense sufre todas o algunas de las principales formas de negación histórica que les deja con una visión distorsionada de su propia historia. Negación de lo que hicieron los colonos y el gobierno federal a los estadounidenses nativos. Negación de la naturaleza brutal de la esclavitud y negación del significado de sus duraderas consecuencias. Negación de cómo se adquirió el suroeste, que fue por medio de una guerra de agresión contra México basada en un pretexto más falso que las armas de destrucción masiva en Iraq, lo que equivalió a un robo de tierras a escala gigantesca.

A menudo uno puede salirse con la suya negando lo que le hemos hecho a otros. Pero negar lo que nos hacemos a nosotros mismos y lo que otros nos hacen, cuyas consecuencias sentimos en nuestra propia vida, es más difícil.

La negación ha sido el modo predeterminado en la administración Trump en todo, desde el cambio climático hasta el racismo sistémico y la pandemia del coronavirus. Aunque persiste en forma de zombi, el negacionismo acerca de la COVID está muerto.

El diagnóstico de la COVID de Trump fue el golpe de gracia. La creciente ola de infecciones entre el personal de la Casa Blanca y los legisladores republicanos fue la gota que colmó la copa.

El coronavirus ha provocado una gran cantidad de muertes, especialmente entre la población mayor de 55 años, que representa alrededor del 90 por ciento de los que han muerto a causa de la enfermedad. El virus también está cobrando la vida de un número desproporcionado de minorías, trabajadores de primera línea en empacadoras de carne y otras industrias, personal médico y socorristas. Ahora, el coronavirus está infectando a numerosas personas dentro y alrededor de la administración Trump.

Comenzando con el presidente y la primera dama, una gran cantidad de personas han sido infectadas, algunos de los asesores más cercanos de Trump, importantes senadores, el secretario de prensa, un almirante del Estado Mayor Conjunto y uno de los ayudantes militares de Trump. Estas nuevas personas positivas a la COVID-19 ahora están experimentando la verdad de primera mano. El coronavirus es real, y el único engaño es la pretensión de Trump de que la COVID no es gran cosa y que todos deberíamos seguir actuando como de costumbre.

El diagnóstico de Trump y su hospitalización deberían haber llevado a una reprimenda. En cambio, Trump ha actuado tan irresponsablemente como siempre, arriesgando la vida de los agentes del Servicio Secreto al hacer que lo llevaran alrededor del hospital, en un auto hermético, para saludar a sus admiradores. También está minimizando la gravedad de su propio estado. Finalmente, Trump está modelando exactamente el comportamiento equivocado al arrancarse de manera desafiante su máscara tan pronto como salió al balcón de la Casa Blanca.

La órbita de Trump se ha convertido en un microcosmos del país a medida que las infecciones por el virus se han disparado no solo en lugares altos de la Circunvalación, sino también en estados tan diferentes como Wisconsin y Texas. Lo más condenatorio de todo es que mientras la Parca hace su trabajo en todo el país, Trump continúa difundiendo información errónea acerca de la pandemia.

Un estudio de la Universidad de Cornell recién publicado “analizó 38 millones de artículos publicados por medios de comunicación tradicionales en inglés de todo el mundo desde el 1 de enero hasta el 26 de mayo de 2020, utilizando Cision Global Insights, y encontró 1,1 millones de casos de desinformación acerca del coronavirus. De esos 1,1 millones de artículos, el 37,9 por ciento incluyó menciones a Trump en relación con la desinformación, lo que lo convierte fácilmente en el líder, al menos en el panorama de los medios de comunicación en inglés”.

¿Qué hubiera sucedido si Dwight Eisenhower, el comandante supremo de los Aliados, hubiera dicho a sus tropas, mientras se preparaban para asaltar las playas de Normandía, que los alemanes dispararían balas de fogueo, que sus proyectiles de artillería eran una basura, y las divisiones Panzer y la Luftwaffe no más que espejismos? No se preocupen por usar un casco si no quieren o desplegarse de manera que un solo proyectil o ataque aéreo no los mate a ustedes por decenas.

Una carnicería. Luego, indignación entre las fuerzas armadas y el pueblo estadounidense al enterarse de la mala conducta criminal del jefe superior.

No sucedió. Ike confiaba en el valor de sus tropas, y no se le ocurrió engañarlos para que no entraran en pánico. Pero Eisenhower era un líder y un soldado. Trump es un criminal de cuello blanco que ha estado engañando a la gente toda su vida y saliéndose con la suya.

Estafar a casi la mitad de la población de EE.UU. en 2016 fue el logro culminante de una larga carrera de irregularidades. Estafar a millones de personas acerca de la COVID no es más que el más reciente y criminal de sus muchos fraudes. Al final, sin embargo, no pudo engañar a un virus. Aunque está fuera del hospital, según cuenta su propio médico no está fuera de peligro.

Trump podría sobrevivir por un pelo. O la COVID, que tiene la mala costumbre de volver a morder mortalmente por segunda vez, podría atraparlo. De cualquier manera, la COVID-19 continuará sembrando enfermedades y muerte entre la población en general y las personas cercanas a Trump.

El martes por la noche se anunció que Stephen Miller, el ministro de facto de deportación del presidente, el arquitecto de la política de separación familiar, el tema de un libro reciente titulado apropiadamente “Hatemonger” (Atizador de odio), ha contraído la COVID-19.

Puede que yo tenga que reconsiderar mi incondicional incredulidad religiosa. Quizás Dios existe. Quizás el karma sea real.

Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.

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