
La pandemia en Estados Unidos y la hambruna de la papa en Irlanda
MIAMI. Se han escrito millones de palabras acerca del nuevo coronavirus. Ha producido mucho buen periodismo y mucha basura, esto último principalmente por parte de Trump y su tropa de lamebotas.
Una cosa que no he visto mencionada es la similitud entre la reacción del gobierno británico a la hambruna de la papa en la Irlanda del siglo XIX y la respuesta del régimen de Trump al COVID-19. Estas cosas tienen en común el poder y la política en ambos países, ejercitados según una ideología ultracapitalista de laissez-faire.
Bajo esta ideología, el gobierno de Gran Bretaña se negó a ayudar a los irlandeses hambrientos y siguió importando una gran cantidad de alimentos de Irlanda mientras los irlandeses pasaban hambre.
La administración Trump se niega a extender cualquier ayuda además de la que ya se dio —no por razones humanitarias, sino a instancias de la Reserva Federal que temía que un colapso de la demanda condujera a una depresión que empequeñecería a la de 1929.
En ambos casos, el racismo fue una parte importante de la ecuación política. Los británicos colonizaron a los irlandeses, los oprimieron política y económicamente y los consideraron inferiores. El principal decisor británico de política acerca de la cuestión irlandesa escribió que el tizón de la papa era una bendición de Dios que reduciría la población irlandesa.
El racismo sistémico en Estados Unidos está teniendo un impacto enorme, todavía en gran parte subestimado, acerca de las probabilidades de vivir o morir en la pandemia. Así como la hambruna de la papa mató a los irlandeses y no a sus amos británicos, gran parte de los que mueren en Estados Unidos son parte de las minorías latina, negra y nativa estadounidense. Esta parte es bien conocida. Lo que sigue no tanto.
Funciona así. Primero, una de las principales razones por las que este país es el único de los países ricos que no tiene una atención médica universal es racial. Demasiados blancos en este país no quieren gastar nada del “dinero que tanto les costó ganar” en atención médica para lo que consideran una subclase peligrosa y vaga.
En segundo lugar, la posición de desventaja económica y ocupacional de la población negra significa que muchos no pueden pagar un seguro médico privado y pueden preferir no buscar atención médica hasta que es demasiado tarde.
En tercer lugar, los negros y los latinos son un porcentaje desproporcionadamente alto de «trabajadores esenciales» (léase personas desechables), que corren grandes riesgos por salarios bajos y, por lo tanto, mantienen relativamente segura a la clase media.
En cuarto lugar, como los funcionarios británicos vieron la hambruna de la papa como una bendición que serviría para diezmar a los irlandeses, se ha acusado a los funcionarios de la administración Trump de instar a una respuesta en cámara lenta cuando la pandemia afectaba a las poblaciones demócratas y fuertemente minoritarias en las costas. “Esos no son nuestros electores”, ha dicho un funcionario.
Privar de sus derechos a los oponentes es una de las dos esperanzas restantes para los trumpistas (la otra es provocar odio, violencia y caos para culpar a los demócratas por ello, asustar a los electores blancos y hacerse pasar por el partido de la ley y el orden). Causar estragos en el servicio postal y desfinanciarlo, la manipulación y la eliminación selectiva de los lugares de votación son formas de privación de derechos. Pero la muerte de quienes no son sus electores es más efectiva y definitiva.
La pandemia del Coronavirus dejará un alto número de muertes y de sufrimiento horrendo, en gran medida innecesarios. La hambruna irlandesa fue mucho peor en términos absolutos y per cápita. Pero los irlandeses eran un pueblo colonizado y económicamente oprimido, despreciado por muchos de sus explotadores. ¿Cuál es la razón del laissez faire (o, más exactamente, la actitud de laissez mourir) que practica esta administración? La lógica idéntica que emplearon los británicos durante la plaga, contra el pueblo de una nación que está obligada a defender y proteger.
Donald Trump y sus acólitos no entienden que su primer deber es defender la vida de todas las personas. Al igual que otros supremacistas raciales, pueden incluso aducir un beneficio profiláctico en la carnicería selectiva. Camus escribió que lo más importante era salvar los cuerpos y que “toda su filosofía no vale ni un solo mechón de cabello de mujer”. Dan Patrick, vicegobernador de Texas, un firme partidario de Trump, expresó el enfoque antitético de Trump acerca de la Fake News: “Hay cosas más importantes que vivir”.
¿Cosas más importantes como qué? La estabilidad del mercado de valores. La hegemonía de la ideología del capitalismo salvaje. La supremacía blanca. La contrarrevolución republicana contra las últimas cuatro décadas de historia: derechos de la mujer, derechos civiles, derechos LGBQT +, el oscurecimiento de la piel en Estados Unidos, un sistema de inmigración abierto a personas de África, Asia y América Latina creado por la ley de reforma migratoria de 1965, el derecho al aborto. Entre otros derechos.
Costosa en vidas, la respuesta de la administración Trump al coronavirus es menos un fracaso que un reflejo de una mentalidad malévola. La guerra cultural en este país es entre aquellos que piensan que la vida es más importante (vidas negras, vidas trigueñas, vidas blancas, vidas de nativos estadounidenses, vidas de inmigrantes) y aquellos que valoran mucho más la continuidad de la dominación, mantenerse en la cima económica, política e ideológicamente.
Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.
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