
Ciberacoso: La novedad es la tecnología
LAS TUNAS. Los comentarios se esparcieron como pólvora por Maniabón, un poblado a un costado de la carretera entre las ciudades Las Tunas y Puerto Padre. “¿Viste lo que están diciendo?”, y comenzaba la charla sobre las publicaciones de un perfil anónimo en Facebook, que difundió afirmaciones de contenido sexual explícito y otras lesivas de la integridad moral, tanto de los habitantes de esa localidad, como de personas originarias de allí, aunque residentes en otros lugares.
“Empezó con una simple solicitud de amistad. No le veíamos nada extraño porque tenía el nombre de nuestra localidad, pensábamos que era algún conocido, hasta que empezó a etiquetarnos en publicaciones difamándonos y acosándonos”, contó una de las víctimas que prefirió reservar su identidad. “Mi primera reacción —dijo otra— fue de miedo pues es bien feo que ventilen tu vida privada”.
“Ya ha causado consecuencias, ruptura de relaciones de parejas, depresión, miedo a salir a la calle, violencia por parte de algunos afectados hacia posibles sospechosos. Como madre creo que hay que ponerle freno a esto”, comentó la progenitora de otras de las perjudicadas.
No hubo silencio, sí denuncia
Aunque varios días después la calma había regresado a Maniabón, entre los lugareños primó el sentimiento de vergüenza por sentir que su vida privada estaba siendo contada, o mal contada, por desconocidos en proporciones que nunca imaginaron. Si el asunto no llegó a mayores quizás haya sido por la oportuna denuncia de Rosario Ojeda, periodista residente en México quien hizo causa común con sus paisanos. Su alerta tuvo una rápida repercusión en la propia red social y en la prensa nacional.
“Por primera vez fui víctima del ciberacoso, junto a un grupo de personas residentes en Maniabón, el pueblo tunero donde crecí,” relató. “Tras mi primer comentario, donde hacía un llamado a denunciar esta cuenta falsa, me atacaron con 14 publicaciones insultantes, pero muchos menos agresivas y violentas que las imágenes y post que hicieron contra varios de los usuarios de esta localidad, en su mayoría adolescentes”, agregó.
Ella tomó cartas en el asunto por lo que podría significar para sí misma y además porque “este suceso, tiene que ver con las consecuencias psicológicas y sociales que pueden ocasionar; sobre todo en los adolescentes, que van desde la depresión, la ansiedad y el aislamiento, hasta casos de suicidios”.
Las consecuencias de los comentarios difamatorios, discriminatorios o denigrantes de persona a persona han sido documentados en Cuba, especialmente cuando ocurren en el ámbito escolar. Solo que esas prácticas alcanzaron connotaciones mayores desde las plataformas digitales de intercambio de contenidos, cuyo acceso ha crecido exponencialmente en Cuba durante los últimos tres años. Las estadísticas recientes corroboran que Facebook es, por mucho, la red social más usada por los internautas del Archipiélago.
“Sin dudas, esta es una forma de sentar precedentes en Maniabón y en una sociedad que hoy cambia sus hábitos de consumo cultural y de información, a partir del uso de las nuevas tecnologías”, comentó Rosario; refiriéndose a que muchos de sus familiares y amigos allí perdieron de la peor manera la inocencia con la que se desenvolvían en estos escenarios virtuales.
¿Suceso nuevo?
“En Cuba el ciberacoso sí existe”, sentenció el año pasado el diario villaclareño Vanguardia mientras daba a conocer las historias de adolescentes que había tenido problemas con sus parejas por la publicación de fotos o comentarios en las redes sociales.
Una investigación de la Agencia Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac) desde La Habana indicó que, tratándose de ciberacoso o ciberviolencia, y el caso de Maniabón lo confirma, las víctimas suelen tener entre 18 y 30 años de edad. Es probable, añadió, que la acción ocurra en Facebook y sea perpetrada por una persona conocida.
Los hechos en el norte de Las Tunas reafirman su caracterización del ciberacoso en el sentido de que “generalmente ocasiona daño psicológico o emocional, pero existen casos en los que se ha trasladado de la realidad virtual a la cotidiana, con manifestaciones de violencia física”. Lo más preocupante, indica, es que “este abuso emocional es probable que se repita”.
Llegó el delito ¿y la ley?
En el entorno hogareño cubano el ciberacoso ya genera preocupación. “En Facebook pueden hacer lo que quieran contigo, lo más mínimo”, dijo una madre de Maniabón tras repetir al pie de la letra lo que había leído sobre su hija, cuyo recuerdo todavía le ocasiona ira y vergüenza.
Una encuesta entre familias de la provincia de Cienfuegos en 2018 reveló que varias cuestionaban la presencia de las nuevas tecnologías en la vida de sus hijos. “Un uso adecuado de la tecnología puede abrir a los adolescentes las puertas a un futuro mejor, pero ello depende de la aplicación de medidas coordinadas entre la familia, la escuela y demás sectores de la sociedad”, estimaron los expertos de Facultad de Ciencias Médicas Dr. Raúl Dorticós.
Análisis sobre el Código Penal cubano han hecho notar que este no contempla figuras penales específicas sobre el control informático y de los dispositivos móviles. A lo sumo norma el tráfico y la mensajería en redes institucionales. “El ciberacoso —afirman— está ausente de cualquier documento legal, no existe en término ni en definición. Y, por tanto, es muy difícil de probar y aún más castigar”.
Juristas cubanos confirmaron que efectivamente en la referida ley no están tipificados explícitamente como delitos las conductas o actos que implican daños a los equipos o dispositivos informáticos o el uso de estos para causar perjuicio a las personas. Y el ciberacoso sería uno de ellos.
Consecuentemente, dicen, son interpretados a partir de otros. Así, por ejemplo, el delito de ultraje sexual, referido al acoso sexual, incluido en el Artículo 303 sería una de las opciones pues incluye como uno de los procederes el enjuiciamiento a quien acose a otro con requerimientos sexuales, valiéndose de la publicación de “grabados, cintas cinematográficas magnetofónicas, grabaciones, fotografías u otros objetos que resulten obscenos, tendentes a pervertir o degradar las buenas costumbres”. Otro camino podría ser el delito de chantaje, que en el artículo 332.1 sanciona a quien “amenace a otro con divulgar un hecho, cierto o incierto, lesivo para su honor o su prestigio público”.
“No podemos permitir en la red el acoso, la incitación al rencor, la pornografía u otro acto nocivo contra las buenas costumbres, la convivencia y los valores reconocidos universalmente de la condición y la dignidad humana. El recurso digital es solo el medio o el espacio para cometer el acto que es reprochable y sancionado. Eso hay que decirlo claro, porque hay que acabar con esa imagen de impunidad en la red”, opinó Yarina Amoroso Fernández, presidenta de la Sociedad Cubana de Derecho e Informática.
Ahora que la Constitución cubana ha incluido como un derecho la privacidad también en los entornos digitales; y la dignidad e integridad moral de las personas mantienen un rango de privilegio dentro de la Carta Magna, no debería pasar mucho tiempo para que también el ciberacoso se considere un delito. A sabiendas de que no solo bastará con denunciarlo, identificarlo, sino también es importante esclarecer cómo se instruirían los cargos, cómo se demostraría la culpabilidad de quienes lo hagan y, sobre todo, cómo se protegería a las víctimas.
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