Fuego en las redes
LA HABANA. Las autoridades ideológicas, políticas y administrativas cubanas, que deben incluir hasta un jefe de brigada de cuatro recogedores de basura con sus respectivos carritos, de seguro están prestando suma atención a lo que sucede en las redes sociales, donde la crítica y el choteo están a la orden del día, porque en la Isla tener internet en el celular es una posibilidad mediada solo por el poder adquisitivo.
Si tan solo unos años atrás, era el periodista el llamado a esclarecer e informar a multitudes de personas, y de modo muy personal a familiares y vecinos acerca de determinado suceso o rumor de interés popular, hoy por hoy son estos últimos quienes nos despiertan con las presuntas razones por las cuales, por ejemplo, el último episodio del ya imprescindible programa televisivo Vivir del cuento recibió la correspondiente censura y la prohibición de salir al aire porque salía en cámara un pan con forma de cocodrilo.
Nuevos tiempos en que las tecnologías de la comunicación e información se imponen como un vaso de agua con fines diuréticos o simplemente para aplacar la sed.
A mi memoria viene esa magistral obra de Gabriel García Márquez con partida de nacimiento en 1967 (Cien años de soledad), cuando relata la llegada de los gitanos a Macondo con un catalejo. Tras sentar a una mujer de la tribu en las afueras de la aldea, y por cinco reales mirar por él, las palabras del siempre sabio Melquíades:
“La ciencia ha eliminado las distancias. Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa”.
Cuba, con gentes y pueblos que nos hacen recordar el imaginario y representativo Macondo, no podrá navegar contracorriente ante las nuevas tecnologías. Se aprecia el interés de la máxima dirección en fomentar la informatización de nuestra sociedad en un camino ya iniciado. Pero habrá que prepararse no tanto en cuanto a tecnología, sino a convivir con ella.
Poco más de medio siglo después de la premonitoria advertencia del sabio gitano, encontramos en las redes sociales un verdadero ajiaco de verdades, mentiras, anuncios, “faranduleces” y sutilezas en franco pulso a la inteligencia humana.
Y he aquí el gran reto: saber digerir —y discernir— entre tanta palabrería lo que corresponda a la realidad que vivimos. Del mismo modo, la eficiencia de nuestra prensa local en responder o ripostar algo de interés hasta para la abuela, que ya ni sale de casa y a no dudar, pronto tendrá un celular para hablar y ver a una de sus nietas en los montes Urales.
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