Población y campo: ¿la ruta al revés?

LAS TUNAS. Con camisa verde, gorra desteñida y zapatos que delatan un día de labor bajo la lluvia, Orlando Peña cuenta su historia. Hasta hace poco él atendía esta granja por cuenta de una unidad pecuaria, madrugando de lunes a sábados y recorriendo los varios kilómetros que la separan del poblado azucarero de Delicias, al norte de esta provincia. “Por la lejanía decidieron entregarla en usufructo y yo la solicité. Toda la vida me ha gustado trabajar con los animales”, dice.

Cuatro meses después de haber dejado su vivienda urbana, Orlando muestra el interior del antiguo almacén donde vive con su esposa Yaneli Hechavarría y su hija más pequeña. Allí, en dos cuartos y una salita, acomodan con dificultad un juego de muebles y la mesa que carga la computadora en una esquina.

Aún no tenemos para pagar obreros, pero sí mucha voluntad de echar pa´lante. Nuestra ambición más inmediata es aumentar la producción de leche. Ya le estamos entregando 30 litros a la tienda de Puerto Carúpano y queremos darle a otra más”.

Salvo la tierra, Orlando tuvo que comprar el resto: los animales, la casa, el coche, los baldes para transportar la leche… Los precios, aclara, fueron bastante razonables, pero la deuda está pendiente hasta que concrete el crédito con el banco. Eso solo ocurrirá cuando termine, por fin, los trámites finales de su estatus de usufructuario. “Entregué los documentos en regla, pero me informan en la Dirección Municipal de Agricultura, que la gestión puede tardar hasta seis meses”, comenta.

De ese papeleo depende también retomar su convenio con la Empresa Porcina quien le suministraba cerdos pequeños y parte de los alimentos para engordarlos. A cambio él entregaba la cantidad convenida de carne y el excedente podía venderlo libremente. “Si nos ayudan un poquito la producción irá viento en popa. Cuando a uno le gusta algo no hay quién lo pare”, subraya este técnico medio en Contabilidad y Mecanización Agrícola.

Foto: Itsván Ojeda Bello
Foto: Itsván Ojeda Bello

La escuela se tornó en casa

La entrega de tierras no es la única novedad que puede frenar el vaciamiento poblacional de los campos, tal como muestran Orlando y su familia; también lo es la extensión aquí del experimento iniciado en la Isla de la Juventud. Así el antiguo preuniversitario Fernando Chenard, de La Veguita de Vázquez en el municipio Puerto Padre, es desde julio del año pasado una comunidad agrícola. El silencio vespertino del lugar sigue evocando el típico de los centros escolares cuando el estudiantado estaba en clases.

Al Estado cubano le costó unos tres millones de pesos dar forma a 77 apartamentos de entre dos y tres dormitorios con baño interior en las antiguas aulas y albergues. El rol de la “Fernando Chenard” es clave para darle vida a los espacios habitados por quienes obtuvieron tierras en usufructo y se asociaron a la cooperativa local, así como obreros de la Empresa Agropecuaria Antonio Guiteras.

Yanuris Frómeta elogia la comodidad de su casa nueva y cómo allí tienen todos los servicios básicos. “Aquí yo vivo toda la vida si tengo que vivir”, dice. Sin embargo su vecino Adolfo Mola no es tan optimista. Él simultanea sus labores agrícolas con un modesto puesto de venta de alimentos ligeros, pero está pensando en irse si la reanimación de las tierras cercanas no acaba de concretarse.

El futuro de la comunidad depende de cuánto produzcan las 500 hectáreas de tierra a su alrededor, fértiles, pero históricamente sedientas. Para paliar esa carencia de agua el erario público invirtió en seis máquinas de pivote central. Las obras requirieron construir canales, instalar electrobombas y recuperar tranques de agua en los pequeños ríos cercanos. Más de seis meses después de inaugurada la Comunidad funcionaban tres de las siete máquinas que se nutren de la presa La Cana, el resto deberán esperar por la recuperación de otras fuentes hídricas, dijeron fuentes oficiales de la Delegación Provincial de la Agricultura.

Tierra… y techo

Estadísticamente es imposible saber cuántos de los 11 mil 580 usufructuarios de esta provincia dejaron la vida citadina, tal como lo hicieron Orlando y su familia. Sin embargo no es nuevo, como ha ocurrido en determinadas ocasiones, que se revierta transitoriamente la histórica migración desde las zonas rurales. Eso ocurrió en la década del 90 del pasado siglo, explica Carlos Peña, jefe del Departamento de Demografía y Censo de la Oficina de Estadísticas e Información (ONEI) en este territorio.

En un estudio al respecto el MSc. Arnoldo Oliveros Blet del Centro de Estudios Demográficos Universidad de La Habana, plantea entre las posibles motivaciones de esa inusual migración “una estrategia de sobrevivencia ante la disminución en la disponibilidad de alimentos”, en medio de la crisis económica tras el fin del socialismo euroriental. Entre 2001 y 2006 ocurrió otro ligero y efímero aumento de la población rural absoluta en Cuba, achacado, según Oliveros Blet, a la recuperación económica y los intentos de plantar otros cultivos en las antiguas tierras reservadas a la caña de azúcar.

Justamente en 2008, cuando ya se había extinguido ese fenómeno, vio la luz el Decreto Ley 285 que entregó en usufructo terrenos ociosos a personas dispuestas a cultivarlos. Obviamente muchos de estos ya residían en los campos, otros no. Consecuentemente uno de los primeros reclamos de los usufructuarios era poder construir viviendas en las tierras recibidas. No fue hasta su modificación mediante el Decreto Ley 300 (diciembre del 2012) que se les autorizó a edificar los inmuebles. Eso facilitó que familias como las de Orlando y Yanelis optaran por establecerse definitivamente en la granja estatal en la cual trabajaban.

Desde la sede local de la ONEI Carlos Peña aclara que demográficamente el asunto es más complejo, al influir otros factores como la calidad de los suelos y del clima. Ejemplifica que los cooperativistas por regla general no quieren irse del campo porque tienen beneficios propios y ayudan a sus familias urbanas.

En 2002 el Censo contó aquí 483 asentamientos rurales, una década después eran 498. Pero la cosa no es tan simple, explica Carlos, pues las personas van de un asentamiento a otro buscando mejores condiciones. Entonces desaparecen unos y otros ascienden a la categoría de poblado al recibir a quienes vienen de los más pequeños. Aunque todavía la ONEI no tiene datos precisos al respecto, él sí concuerda en que la entrega de tierras en usufructo podría ser uno de los incentivos al resurgir de esos asentamientos.

La Master en Ciencias Liset Montero Infante, experta de la Dirección Provincial de Planificación Física, encontró en sus investigaciones que entre un censo y otro solo en el municipio de Jobabo resurgieron 14 puntos habitados anteriormente. Ella no descarta que sobre todo la Ley 300 haya impulsado el regreso de algunas familias a los campos de los que una vez migraron. En sus pesquisas muchos de los entrevistados le dijeron que la demora en la entrega de tierras era, sin embargo, un factor de desaliento.

A despecho de las tendencias migratorias que indican un flujo de población de Las Tunas hacia las ciudades, hay quienes todavía quieren quedarse y otros incluso han emprendido el camino inverso. Tierras en usufructo y comunidades agrícolas son apenas parte de una solución compleja que no admite demasiadas dilaciones al serio reto que constituye para Cuba evitar que sus campos se sigan vaciando.

* Con la colaboración de Nurisleydi Infante y Luz Marina Reyes.

Foto de portada: Itsván Ojeda Bello

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