Obama tiene que dejar de jugar al flojo con Cuba

O un republicano en la Casa Blanca, respaldado por un temeroso Congreso anti-Cuba, podría deshacer –en un instante– todo su buen trabajo.

El 26 de enero, el gobierno de Obama presentó una nueva lista de reformas regulatorias que relajan aún más el embargo contra Cuba –la tercera acción desde que Obama y el presidente cubano Raúl Castro anunciaran en diciembre de 2014 su intención de normalizar las relaciones. El objetivo es estimular el comercio y crear una circunscripción electoral entre la comunidad empresarial que defienda el legado de Obama de mejores relaciones con Cuba –incluso si en 2017 hubiera un republicano en la Casa Blanca.

Las recientes acciones de la administración Obama reducen algunas barreras de larga data al comercio EE.UU.-Cuba. Los grandes cambios incluyen uno que otorgará licencias a empresas norteamericanas para financiar de forma privada exportaciones autorizadas, y otro para permitir ventas a empresas estatales cubanas, siempre y cuando las ventas “satisfagan las necesidades del pueblo cubano”, según lo determinado por el Departamento de Comercio. Otro obstáculo que desaparecerá: la prohibición de permitir a Cuba comprar productos norteamericanos a crédito, lo que ha puesto a los exportadores norteamericanos en una desventaja importante frente a los competidores de Europa y Asia. Bajo las nuevas reglas, esta restricción ahora se eliminará en todos los sectores del comercio aprobado, excepto en la agricultura, en el que los créditos aún están prohibidas por la Ley de Ampliación de la Reforma de Sanciones Comerciales y Exportación del 2000.

Al permitir que las empresas norteamericanas vendan a las empresas del Estado, siempre y cuando estas ventas beneficien al pueblo cubano, las nueva normativas abren un amplio campo potencial de exportaciones, aunque el alcance exacto de lo que es permisible se ha dejado intencionadamente vago. Entre los ejemplos de bienes elegibles están aquellos para empeños artísticos, educación, elaboración de alimentos, salud y saneamiento público, y la construcción de viviendas –de ninguna manera una lista exhaustiva, pero uno puede imaginar que la mayoría de los productos básicos de consumo podrían ser elegibles para la exportación.

Pero a pesar de la apertura de estas nuevas e importantes avenidas para negocios, las regulaciones no van lo suficientemente lejos como para calmar los temores y eliminar los obstáculos reglamentarios que todavía impiden acuerdos de negocios de Estados Unidos con Cuba. Sin algunos éxitos comerciales notables, la comunidad empresarial podría perder el interés en Cuba y en cabildear en el Congreso para eliminar el embargo, lo que dejaría al garete el proyecto de normalización de Obama.

Al igual que el perro que no ladró, quedaron fuera del nuevo paquete varios cambios regulatorios esperados. La prohibición de inversiones por parte de Estados Unidos (excepto en las telecomunicaciones) se mantiene intacta, al igual que la prohibición de casi todas las importaciones de la isla, lo que hace del comercio con Cuba una calle de un solo sentido que el gobierno de La Habana es reacio a aceptar como normal. Desde productos de gama baja como el azúcar y el níquel, hasta la gama de productos de lujo como el ron y el tabaco, los productos cubanos encontrarían un mercado seguro en  Estados Unidos.

Instituciones financieras norteamericanas todavía están excluidas de procesar la mayoría de las transacciones internacionales denominadas en dólares entre Cuba y  empresas extranjeras o bancos de otros países (las llamados transacciones de giro en U). Esta extensión extraterritorial del embargo ha provocado multas de miles de millones de dólares a bancos extranjeros, obstaculizado la reintegración de Cuba en la economía global, y enfurecido a aliados de Estados Unidos. El presidente Obama podría haber emitido una licencia general para los bancos estadounidenses a fin de que procesen estas transacciones. Eso aliviaría los temores de muchos bancos, tanto extranjeros como nacionales, por hacer negocios con Cuba, debido a que las regulaciones financieras actuales son tan complejas. Las finanzas son el alma del comercio; si los fondos no se pueden transferir fácilmente, el negocio no va a despegar.

Además, los viajes de pueblo a pueblo a Cuba todavía se limitan a viajes preenvasados ​​por proveedores como National Geographic, RoadScholar Adventures y Classic Journeys. Los individuos no pueden organizar su propio programa educativo o viajar de forma independiente. Para estar seguros, los proveedores de viajes han inventado excursiones para todos los gustos imaginables, pero estos paquetes de viaje no son baratos. Si, como sostiene Obama, “los mejores embajadores de los valores y los intereses norteamericanos son el pueblo norteamericano”, deberían ser libres de ejercer su derecho de viajar a Cuba con su propio itinerario. El Presidente pudo haber emitido una licencia general para los viajes educativos autodirigidos de pueblo a pueblo.

El presidente Obama está orgulloso de su apertura hacia Cuba, y en sus últimos dos discursos del Estado de la Unión la menciona como un logro destacado. Pero este capítulo de su legado aún no está terminado, y si no tiene cuidado, un republicano en la Casa Blanca podría decretar su fin.

La mayoría de los candidatos presidenciales republicanos se oponen a la apertura de Obama a Cuba –Marco Rubio y Ted Cruz los más estridentes. El 26 de enero, Rubio denunció la nueva normativa como “concesiones unilaterales” destinadas a dar al régimen cubano un “beneficio económico extraordinario”. Cuando Estados Unidos y Cuba restablecieron las relaciones diplomáticas en julio pasado, Cruz acusó a Obama de “rendición incondicional”. (Donald Trump se ha cuidado la espalda declarando que un acuerdo con Cuba no es necesariamente una mala idea, en principio –pero que él, por supuesto, habría conseguido uno  mejor.)

Si un republicano gana la Casa Blanca en noviembre, sus instintos conservadores y su base cubanoamericana de línea dura en la Florida lo predispondrá para que dé marcha atrás a la apertura de Obama a Cuba. Y un nuevo presidente podría hacerlo de un plumazo. ¿Por qué? Debido a que todas las acciones de Obama se han basado en su autoridad ejecutiva, ya que el Congreso no ha hecho nada en respuesta a sus llamados a eliminar el embargo.

En mis recientes conversaciones con funcionarios norteamericanos y cubanos, en la única cosa que ambas partes están de acuerdo es en que las relaciones comerciales más amplias  y profundas ofrecen la mayor esperanza de crear poderosos grupos políticos en ambos países dispuestos a defender la normalización –lo que haría irreversible el acercamiento. “Tenemos una ventana de oportunidad aquí”, dijo David Sepúlveda, coordinador del Departamento de Estado para las comunicaciones internacionales y la política de información, durante un reciente viaje a Cuba para discutir  el tema de las telecomunicaciones. “Necesitamos algunas victorias sólidas para dar confianza [a los empresarios de EE.UU.]

Sin embargo, muy pocos negocios se han firmado hasta ahora, en parte debido a los límites al comercio que aún están en vigor por el embargo de EE.UU. Ese es el contexto político en el que hay que entender las nuevas regulaciones: Obama está tratando de poner en marcha negocios para forjar lazos económicos entre ambos países que se hagan difícil de eliminar para su sucesor o el de Raúl Castro (cuando este deje el cargo a principios de 2018).

Pero el tiempo es corto, y los burócratas escépticos tanto en Washington como La Habana enlentecen los avances. En La Habana, cada propuesta de negocios es vista con recelo, como si fuera el caballo de Troya del capitalismo. Cuando Google ofreció cubrir  totalmente a Cuba con Wi-Fi, con poco o ningún costo, por ejemplo, los funcionarios cubanos estaban recelosos de confiar su infraestructura digital a una compañía norteamericana, ya que en varias ocasiones en el pasado Washington ha intentado utilizar el Internet para fomentar la oposición al gobierno cubano. Mientras tanto en Washington, dentro de la burocracia del poder ejecutivo, a todas las propuestas para relajar aún más el embargo se les busca microscópicas pequeñeces jurídicas y políticas. En lugar de ampliar los límites de la autoridad ejecutiva presidencial ahora, para que el comercio tenga tiempo de florecer antes de que el próximo presidente asuma el cargo, los Departamentos de Comercio y del Tesoro están realizando cambios graduales que son necesarios, pero no lograrán el objetivo.

Para romper con la timidez de la burocracia de Washington, la Casa Blanca debe estar al tanto de la cuestión, recordando continuamente a funcionarios, de secretarios de gabinete para abajo, que el avance de las relaciones con Cuba es una prioridad presidencial, y que sus órdenes de marcha son las de encontrar maneras de obtener que se haga, no encontrar excusas de por qué no se puede.

El presidente Barack Obama tiene menos influencia sobre la burocracia de La Habana, pero hay una forma en la que él pudiera situar las relaciones de EE.UU.-Cuba como una alta prioridad de la agenda del gobierno cubano: ir a La Habana para presentar en persona su caso.

Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.

(Tomado de Foreign Policy)

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