Hotel Memories in memoriam

Hotel Memories Varadero.
Hotel Memories Varadero.

El sol de Varadero, como diría el poeta callejero, raja piedras y en la arena de casi el mediodía un animador explica micrófono en mano en varios idiomas que la salsa cubana es lo más fácil de aprender, que tiene tres pasos. A saber, “One, two, three…”. Y como nada más  detecté una rusa en la comparsa, pues capacidad posee para contar también, “adín, duvá, tri…”.

Cubanos, ninguno, que falta no les hace y por si fuera poco el astro rey está que quema. De modo y manera que a por  la cervecita, el roncito y otras opciones alcohólicas a la sombrita porque todo está incluido y hoy más, que hasta una pierna de cerdo asan al carbón.

Esto es parte de las actividades que un siempre alegre grupo de jóvenes de animación despliegan a lo largo de toda la mañana, tarde y noche en el mega hotel Memories Varadero, una apuesta de ese grupo hotelero canadiense al creciente turismo insular con su par Gaviota, empresa perteneciente al ejército cubano.

Mil 35 habitaciones y una capacidad aproximada para recibir a más de 2 mil 500 huéspedes. La mesa bufet, de especial atractivo para nuestros compatriotas, asimila a unos 800 comensales de un solo golpe en una desmedida competencia donde el estómago alcanza su máximo nivel de recepción alimentaria y de vuelta a la habitación van lo mismo siete dulces, que cuatro pechugas de pollo, tres filetes de pescado o siete panecillos. Lo que sea, porque como me dijo un tragaldabas (comelón) nacional, “¿Usted no sabe que todo lo que sobra del bufet después se bota?”.

La mesa sueca es un auténtico espectáculo de circo en disciplinas acrobáticas y de equilibrio con el plato. Uno, que ha visto merecidamente comer a cortadores de caña o constructores sus buenas “completas”, pierde la capacidad de asombro al ver esa montaña de comida encima de un plato sin que caiga al piso una papa frita y  moverse tal culebra entre la multitud de asiáticos, hindúes con turbantes (se bañan  con ellos en la playa), canadienses, rusos, alemanes, argentinos… hasta llegar al destino final.

Un espectáculo que da pena. Aunque no son todos, sí una mayoría significante capaz de propiciar suficientes evidencias para que el turista salga de la isla convencido que para comer y llevar, estamos los cubanos en primer lugar. Con rima y todo.

Los mandos del Memories Varadero no son canadienses, sino españoles con suficiente experiencia en la hostelería. Ante una avalancha de centauros criollos sobre la carne roja (igual furor con el helado de chocolate), uno de ellos me comenta, tal vez con intenciones de alivio, que ya en Brasil le había ocurrido algo similar con los cariocas que no daban descanso a la boca. Primera noticia, me dije.

A una gorda camarera bien simpática y servicial, con casi diez años de trabajo, le pregunté bromeando si los cubanos comíamos mucho. “Bueno” –dijo levantando los párpados- “aquí cada cual come lo que quiere”.

Y si de empinar el codo se trata pues qué decir. A las dos manos, a beber que el mundo se va a acabar y a rellenar botellas para llevar a casa por si la noticia de la hecatombe resultara aplazada.

En primera línea de playa, en el espacio similar al de una cabina telefónica y con el sugerente cartel de “Mojito corner”, un joven barman prepara esos refrescantes cocteles. Ni idea de cuántos  elabora al día pero me comenta que en temporada alta ni tiempo tendría para responder a par de preguntas. Tiene un razonamiento bien curioso:

“Estamos en temporada media. El cubano no es de tomar mojitos. Ellos van al kiosco de aquí al lado para beber cervezas o ron. Y a la playa vienen poco porque tienen playa todo el año… Sí, a la piscina es donde van y cuidado porque me han comentado que en La Habana ya hasta se construyen sus piscinas…”

En lo que un alemán, por ejemplo, se toma unos minutos para estudiar la manera de llevar a la tumbona cuatro vasos desechables con limonada, un cubano carga con seis u ocho vasos con ración doble de ron, vodka o whisky. Más que dedos, son pinzas que presionan los bordes del vaso y en una mano pueden cargar perfectamente con tres o cuatro  sin derramar una gota.

Espectáculos penosos de borrachera ocurrió sólo uno. Para orgullo patrio hay que cargárselo a una rusa ya entradita en años. Los rusos, dicen no pocos, son los máximos protagonistas de alteraciones del orden porque beben, al decir popular, “a lo bestia”. Lo sucedido a esta pobre señora, que ni dos podían sostenerla en pie, quizás se pueda explicar a alguna que otra remembranza que haya tenido de los años de ley seca impuesta por Gorvachov.

Nuestro mando español, sin tiempo para entrevistas por estar “muy liado”, también fue benevolente al confirmar que eran los jóvenes canadienses los máximos protagonistas de los altercados por alcohol en sangre. “Lo rompen todo más que lo cubanos”.

La razón me la ofrece otro canadiense, quien sostiene que son tan severas las medidas en su país que aquí los muchachos dan rienda suelta a la buena cerveza local y a la frenética diversión.

Finalmente, para gritos, los nuestros, que llegan a competir únicamente con los italianos.

El vestíbulo del Memories Varadero es de muy buen gusto y diseño, con señor bar en uno de sus laterales. Cerca de él, en las tardes ameniza una espectacular pianista concertista a pesar de que me refiere que no lo es, que ella es graduada de dirección coral. En medio de sus soberbias interpretaciones hay que escuchar algún que otro grito de alguien llamando a un “mi chino” que no es chino; a un “papi” que no es su papá sino su esposo;  o a un “monstruo” que es un ser humano.

Frente al bar, un expendio de café las 24 horas. El que usted pida y a la manera que desee. Heriberto es uno de los jóvenes que lo atiende. Ese sí tiene las cuentas casi claras. A la altura de la tarde me dice que ya van por más de mil servidos. “Bueno, usted, ya se ha tomado par de espressos hoy”, recalca.

“Cubaneo” es como algunos le ha dado por llamar estas y otras actitudes o comportamientos de nuestros conciudadanos. Tanta tela por donde cortar que merece en sí sólo otro trabajo. Falta aún mucha educación y cultura, entre otras cosas desaparecidas como la carne roja o un buen helado de chocolate como postre en el hogar.

Por lo pronto, recordemos que la salsa cubana tiene tres pasos: One, two, three. Pie derecho hacia delante, luego atrás y si le parece bien, tire el izquierdo para la derecha, que fue más o menos lo que hizo la rusa…

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