Cosas que están pasando…

ancianos_cubaLA HABANA. Cuba es un país de viejos. Hasta las propias autoridades lo han reconocido cuando a cifras, estadísticas y censos acuden para alertar que de seguir ese ritmo de decrecimiento a la vuelta de unos años tendremos ni se sabe cuántos bastones moviéndose por las calles.

Cada vez que tratan esta muy seria problemática en la tv u otros medios, nadie tiene el valor suficiente  para citar, entre otras razones, el éxodo de jóvenes hacia otras tierras y el desinterés por formar familia y seguir acurrucados a los padres, aspecto nada peculiar si lo comparamos con España en sus buenos tiempos.

Si en otros países el Estado estimula la natalidad, en la isla aún no se aprecian tales incentivos. La razón es elemental, como diría aquel detective inglés a su inseparable doctor Watson: la economía es tan endeble que no le pueden ofrecer viviendas, con un déficit que supera el medio millón, y salarios decorosos para, al menos,  animarlos a encargar un par de muchachos.

Sin embargo, se observan a simple vista signos alentadores. El edificio donde vivo es una pequeña muestra de laboratorio. Seis apartamentos de unos 140 metros cuadrados y tres de ellos habitados por ancianos cuyos hijos optaron por procrear fuera de la isla.

En los tres restantes ya se escuchan los clásicos berrinches de los bebés a la hora de dormir o comer. Tres generaciones de cubanos viviendo bajo un mismo techo, dividido por paredes que, como fronteras, trazan los límites, no pocas veces violados, de la privacidad y otros derivados.

Y está ocurriendo algo muy singular en comparación a otros emigrados graduados de recalcitrantes, no por parte del gobierno, sino de su propio país  de origen del cual no les interesa conocer absolutamente nada de nada.

Resulta que durante su estancia en el terruño  ni  a un techo podían aspirar y mucho menos a otras comodidades en esta vida tan corta y ahora, vivan donde vivan, a golpe de duro trabajo porque ya es sabido que del cielo no caen las cosas, lo que no tenían lo quieren tener… en Cuba. Menos mal.

Así tenemos que ya andan averiguando con la familia en cuánto pueden comprar un apartamento, un terreno, un automóvil para ponerlos a producir para bien personal y de los que aquí quedaron.

Esto me parece bien. Es más, requetebién.

Coincido con algunos expertos que la sangre que mueve a una economía son todas esas pequeñas y medianas empresas que ojalá bien pronto se pongan en marcha en todo el territorio nacional y que, además, puedan contar con la inversión de cubanos residentes en el exterior.

Esto, con el tino y la sabiduría necesarios para que el “relajo” sea con orden. El país lo pide a gritos.

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