Su Majestad el boniato

Agromercado de 19 y B, en el Vedado, popularmente conocido como "diplomercado" debido a sus elevados precios.
Agromercado de 19 y B, en el Vedado, popularmente conocido como «diplomercado» debido a sus elevados precios.

LA HABANA.  Aún es muy  temprano para una justa evaluación de esa última novedad gubernamental de rentarle espacios a las cooperativas agropecuarias para que vendan directamente a la población. De cualquier forma, atisbos hay. Obviamente, para bien de todos.

Mírese como se mire, se trata de un paso de avance en ese propósito que, aunque más viejo que andar a pie, consiste en no demorar el suministro desde el campo a la mesa del consumidor. Camino en el que se han perdido ni se sabe cuántas toneladas de alimento por obra y gracia de la burocracia, los malos métodos y otras mañas más.

Aunque medio en broma, pero también en serio, la gente en Cuba sería sumamente feliz si algún día el boniato cotizara en bolsa y todos los medios informaran con puntualidad de su comportamiento financiero.

Escribo esto porque a no pocos asiduos a los agromercados les pregunté por la diferencia entre esta nueva modalidad y la anterior. Alfredo Richard, un hombre cercano a los sesenta años y muy conocedor de casi todos los vaivenes de la agricultura cubana, respondió lacónico y algo optimista:

-En el mercado del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), dependiente del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias), el boniato está a 0.85 centavos la libra, pero en este, que pertenece a una cooperativa y está situado en 15 entre 2 y Paseo, en la barriada de El Vedado, cuesta 0.80. Y en los de oferta y demanda está entre dos y tres pesos la libra. A veces más. Diferencia notable.

Si se tratase de una compra ocasional, este hombre estaría extralimitándose, pero el caso es que debe alimentar diariamente a cerca de seis perros, cuya dieta fundamental es el boniato y no los desaparecidos huesos, como dictan las reglas, por no hablar de la inalcanzable comida canina empaquetada, privilegio de “diploperros”, cuyos dueños, diplomáticos, empresarios extranjeros o cubanos con recursos, pueden darse el lujo de comprar en Pesos Convertibles.

El boniato como referencia, ni más ni menos. Otros tantos lo emplearon para argumentar el gran pesar porque los precios no bajan. Todo lo contrario, suben como la espuma y sin aviso alguno, al menos en la red comercial. La batalla de la agricultura cubana será ganada el día en que un aguacate deje de valer diez,  doce y hasta quince pesos y una frutabomba (papaya) más de veinte.

La prensa local ha dado cuenta que una cooperativa de la nueva provincia vecina de Artemisa, la Frank País, asumiría, de momento, el alquiler de cuatro locales en Ciudad de La Habana, para comercializar, sin los tenebrosos intermediarios, directamente  parte de su producción y cosechas.

El presidente de la cooperativa se llama Lázaro Núñez. Cuentan que tiene 24 años de experiencia agrícola y que, además, es diputado al Parlamento. Sin pelos en la lengua, durante una sesión parlamentaria expuso las dificultades que entorpecían el buen funcionamiento de su cooperativa, integrado por 368 campesinos agrupados en más de 160 fincas.

Jorge Murillo, vicepresidente del Consejo de Ministros, y catalogado por algunos medios de prensa extranjeros como “el zar de las re formas”, pretendió interrumpir su alegato, pero intervino Raúl Castro para que Núñez continuara.

Uno de sus futuros asociados, un joven trabajador del citado agromercado de calle 15 entre 2 y Paseo, me contó  que luego Raúl conminó a Núñez a emprender con éxito el nuevo propósito. La prensa local también lo informó y lo citó: “Raúl me dijo que agilizara, pues hacía falta poner a disposición del pueblo esos mercados a partir del nuevo sistema a desarrollar”.

“Esto tendrá que tener éxito” –me dice el joven- “Una vez que se solucione todo el papeleo, y se resuelvan problemas claves como el transporte… Oí decir que nos iban a facilitar unos camiones… ganaremos todos más y póngale el cuño que los precios bajarán…”

Mientras el  joven me dice “facilitar el transporte” pienso lo mucho que se ha hablado de cooperativas de segunda generación. ¿Por qué no crear entre varias cooperativas una de transporte? En vez de aguardar porque el estado –que debe ser cada vez menos papá– les facilite camiones, debería solicitar créditos bancarios para comprarlos y ver si solucionamos la transportación del surco a los comercios, que ha sido uno, no el único, de los factores que han mermado la prontitud, calidad y el bolsillo de los consumidores.

Después de tantos desaciertos, muchos de ellos emanados unilateralmente y desde un edificio aún en funciones de Ministerio de la Agricultura, cuya majestuosidad contrasta con el estado y situación de la agricultura cubana, el camino es prometedor, pero hay que materializarlo y ya.

Mucho ojo con el boniato, tan vilipendiado en otros tiempos…  Tendremos que ir por la cooperativa Frank País, de Artemisa. Allí veremos.

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