
Negro caminando
Nunca olvidaré mi primer año en la Universidad. Universidad de La Florida en Gainesville. Edificio Fletcher en el área de Murphree área, donde vivía. Pienso en el juicio ahora terminado de George Zimmerman, declarado inocente. Comparo aquellos tiempos con el de ahora.
El acusado en el juicio fue un muchacho de 17 años, muerto, por caminar por un vecindario y ser negro. Su nombre era Trayvon Martin. Insisto en que no era Zimmerman el acusado, sino el muchacho negro al que él le disparó por usar una capucha y pasear por un vecindario siendo negro –y armado con una barra de dulce.
«Inocente», decidió un jurado formado por seis mujeres blancas. Zimmerman está en libertad, mientras que al muchacho lo mataron por atreverse a caminar de noche con un color de piel demasiado oscuro para el gusto del sur reaccionario.
Lo que me hace recordar mi habitación del dormitorio de primer año en la Universidad de La Florida.
Lo que me hace recordar mi habitación del dormitorio de primer año en la Universidad de La Florida.
Fue en el otoño de mi primer año de la Universidad, 1970. El rector de la Universidad de La Florida era entonces un viejo sureño reaccionario de nombre Stephen O’Connell. Sí era un sureño reaccionario, un racista y un viejo hijo de puta… Poco antes habíamos protestado por la escasa cantidad de estudiantes negros en la universidad, que por entonces tenía unos 15 000 estudiantes. Menos de 200 eran negros. Por cierto, el número de latinos no era mucho mayor. El nombre de O’Connell cuelga ahora en la arena universitaria, donde juega el equipo de baloncesto. ¡Cuán poco hemos cambiado! Ahora honramos a un racista.
Un grupo de estudiantes logró escoltar a O’Connell desde su elegante oficina de la rectoría en Avenida University –¿o era en la Calle 13? Hace mucho tiempo, lo sé. Era también mi primera experiencia con el Sur Profundo y sus policías –y sus no tan amistosos pastores alemanes. ¡Qué miedo! Por entonces yo era demasiado idealista y muy ingenuo. Si hubiera sabido lo que sé ahora…No creo que hubiera tenido el valor de hacer lo que muchos de nosotros hicimos.
Semanas más tarde regresaba de una conferencia en el campus donde el orador principal había sido el reverendo Ralph Abernathy. Él fue el sucesor del Dr. Martin Luther King, Jr., en la Conferencia de Liderazgo Cristiano Sureño (la organización que encabezaba MLK cuando fue asesinado).
Caminaba de regreso al dormitorio y me sentía energizado, cargado con el poder de las palabras de un protegido del Dr. King. Al entrar al dormitorio me dirigí a las escaleras. Había cuatro pequeños apartamentos en cada piso en un edificio muy viejo de cuatro plantas. Mi habitación estaba a la izquierda y al fondo del tercer piso. Al llegar al segundo, había un muñeco blanco con un letrero que decía: “Cubano, Go Home”.
Imagínense aquello. Yo tenía 18 años. Y confieso que me aterré –y también quería matar a alguien. En definitiva resultó ser una mala broma. Pero con un significado mayor: No olvides dónde estás y quién eres.
Ahora cierren los ojos y pónganse en el lugar de Trayvon la noche que lo mataron. Iba caminando por un vecindario –una comunidad cerrada– desacostumbrada a ver a un joven negro vestido de la forma que podemos ver a muchos muchachos casi en cualquier parte. Sí, y con una capucha que le cubría la cabeza. ¿Eso lo hacía un criminal?
Y estaba el policía frustrado y vigilante George Zimmerman. Frustrado porque había tratado de entrar a la policía y fue rechazado. En su lugar, se convirtió en un vigilante del vecindario con un arma de fuego.
Zimmerman llamó a la policía. “Un negro extraño está caminando por el vecindario”, pudo haber dicho. “No lo persiga”, le instruyó la policía, orden que él ignoró.
Quién sabe lo que Zimmerman dijo luego a Martin. Y cuál puede haber sido la respuesta de Martin. El hecho es que el resultado fue un altercado mortífero y un muchacho de 17 años muerto de un disparo. Él había ido a una tienda a comprar té helado y algo de dulce. Le encontraron encima un Skittles.
Quién sabe lo que Zimmerman dijo luego a Martin. Y cuál puede haber sido la respuesta de Martin. El hecho es que el resultado fue un altercado mortífero y un muchacho de 17 años muerto de un disparo. Él había ido a una tienda a comprar té helado y algo de dulce. Le encontraron encima un Skittles.
¿Pueden creerlo? Un muchacho de 17 años que un vigilante mató con un arma. Un joven negro perseguido mientras iba a su casa caminando en el vecindario equivocado.
Me hace pensar si valía la pena el gas lacrimógeno por mi aventura en la oficina del rector O’Connell hace 43 años. Y el temor que me inspiraron aquellos pastores gruñendo…
Por alguna razón, el veredicto del sábado me golpeó como un tren desbocado –de frente y sin esperarlo. He tratado de ponerme en el lugar de los padres de Trayvon. ¿Habría podido yo soportar ese dolor? ¿Y para qué?
Aún estoy tratando de comprenderlo. He llegado a la conclusión de que poco ha cambiado.Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se identifique la fuente y el autor.
Aún estoy tratando de comprenderlo. He llegado a la conclusión de que poco ha cambiado.Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se identifique la fuente y el autor.